martes, 14 de agosto de 2012

Jean Genet y su laberinto de espejos

En esta pieza el autor francés pone el acento en la construcción y arbitrariedad de los roles de poder. Pero no en un círculo íntimo y vincular como lo demostró por ejemplo en su obra más conocida, “Las Criadas”, sino en una estructura mucho mayor: a nivel social.
Para ello se vale de un burdel, una casa de ilusiones, donde las fantasías y deseos, se satisfacen a través de representaciones. Allí, los clientes solicitan ser y/o cumplir en las sesiones un rol social de importancia. Dicha importancia, se encuentra cristalizada en un rol donde se ejerce el poder, es así como un obispo, juez y general, representantes de las instituciones que conforman un régimen, serán las figuras que veremos construirse.
Si para Genet el teatro siempre es un ritual, donde lo real y ficticio se encuentran difusos, es en esta producción se pueden ver ampliados y diversificados sus procedimientos.  El material desarrolla, al menos tres tesis:
La primera, vinculada al deseo de representar roles de poder, es decir, al burdel asisten personas “comunes” y “anónimas”, cuyas vidas pasan a nivel social desapercibidas, pero que cobran relevancia, solo por unas horas claro está, al constituirse en figuras reconocibles y con poder. Es aquí donde se criticará de una forma ácida y contundente el ejercicio del mismo. Si tomamos por ejemplo al personaje de El Juez, se podrá observar como el ejercicio de la justicia no deja de ser un capricho establecido, aplicado por una serie de convenciones,  procedimientos y fundamentaciones que no dejan de ser arbitrarios y guiados por una falsa moral.
La segunda tesis que se despliega plantea la necesidad que tiene un grupo o comunidad de construir una figura que la lidere e identifique. Esto se desarrolla en la obra a través de la rebelión que hace peligrar al régimen establecido y en un plano más pequeño, hace peligrar al propio burdel. Es Chantal, una antigua meretriz del prostíbulo, quien será convertida en líder y más tarde, mártir de los rebeldes. Aquí, se cuestiona la necesidad primaria y ancestral de identificación con una figura popular que luego será convertida en mito.
La tercera y última tesis, pone de manifiesto que para la construcción del poder no basta el deseo personal, (primera tesis), o la necesidad de terceros, (segunda tesis), sino que es fundamental una mirada externa que la reconozca y le confiera entidad. Es por ello, que el personaje El Jefe de Policía se encuentra obsesionado con que su imagen forme parte de las representaciones que se realizan dentro del burdel. El ejercicio de sus funciones, sin esto último, lo colocan en un lugar incompleto.
Es así como, las figuras de El Obispo, El Juez, El General, La Reina, El Héroe (Jefe de Policía) y Chantal (que luego será derribada por un disparo), asomadas al balcón del burdel, dan cuenta de la solidez del régimen y la sofocación de la rebelión. Es en este cuadro que funciona como síntesis y paradigma de todo el material, donde se cruzan las tres tesis.
Como se mencionó anteriormente, los límites entre la ficción y lo real siempre se encuentran difusos, de esta manera la obra se secuencia en una serie infinita de representaciones, donde el concepto de verdad aparece siempre en cuestionado. Si todos representan diferentes papeles… ¿la rebelión es tan exitosa como se cree?, ¿la reina es derrocada y su palacio destruido? ¿Las figuras en el balcón aseguran la continuidad del régimen? o ¿facilitan la apertura de uno nuevo?... nada es seguro, pero sí todo es posible.  Por tal motivo, los espejos de Genet, donde las imágenes no reflejan la realidad, se multiplican siempre de una forma laberíntica, hasta el infinito.


Daniel Godoy

No hay comentarios:

Publicar un comentario